Vila-Matas es un escritor catalán
archireconocido, archipremiado, archipublicado. Enrique de nombre. Nació en el
48. Licenciado en derecho y periodismo. Quería dedicarse al cine, de hecho
tiene un par de cortos. Fue redactor en Fotogramas. Por entonces, se bebía la
poesía. Fue en el servicio militar, en Melilla, donde no podía rodar, que por
no perder dotes artísticas empezó a escribir. Mujer en el espejo
contemplando el paisaje, lo
escribió en la cantina del cuartel en 1971. Desde entonces no ha parado
de escribir. Vivió en Paris, de alquiler en la buhardilla de la novelista y
directora de cine Margarite Duras. Es un autor afrancesado. Empezó a ser conocido
con la Historia abreviada de la literatura portátil en 1985. Ha publicado unos 23 libros de
narrativa, casi todos en la editorial Anagrama, aunque ahora, es autor de Planeta en el sello Seix Barral.
También tiene unos 9 libros de ensayo. Su obra ha sido traducida a 32 idiomas. Acumula
un sinfín de premios, en un sinfín de países. Aire de
Dylan es su última novela.
Si usted ha sido tan desdichada
como yo, de encontrarse frente a frente con una crítica hecha por algún
respetable crítico/a de alguno de los 31 libros de Vila-Matas, le sugiero, que
borre de su mente lo leído y que bloquee el trauma. Si en
un futuro, usted se tropieza con la verborrea empalagosa y pelotera que se le
brinda a todo lo vilamatense, rápidamente, cierre la revista o periódico, y a otra
cosa mariposa. En lugar de incitarte a acercarte al autor, te invitan a la
alergia. Si hay algo más pesado que la profundidad de Vila-Matas son sus
críticos.
De qué va la cosa
Un escritor es invitado a unas
jornadas sobre el fracaso. Allí, conocerá a Vilnius, el chico con aire a Dylan,
hijo del escritor Juan Lancastre. Vilnius siente que su padre, fallecido, sigue
atormentándole y se introduce en sus pensamientos. En la ponencia, el chico escenifica el cuento
de su vida, y sobre todo, la relación con su famoso padre. Vilnius ha trabajado en el “Archivo General de
los Fracasos”, donde se documentan todos los más sonantes de la historia. Obsesionado
por una frase, emprende un viaje en busca de respuestas. El escritor queda
cautivado por el joven.
Vilnius y su pareja forman una
sociedad llamada “Aire de Dylan”, en la que por norma, solo podrán tener una
idea al día y se verán obligados a no hacer nada. Es por eso, que ambos convencerán al escritor
para que forme parte del acto final del teatro. El escritor será quien
articulará la biografía inventada de Juan Lancastre, la que servirá como
venganza por su asesinato.
De qué me parece que va la cosa
En Aire de Dylan lo importante no es la historia. Esta, está bien
cosida y armada, pero lo que prevalece es todo lo que la rodea y condiciona: reflexiones,
homenajes al cine y al teatro, reafirmar el derecho a contradecirse, a ser
muchas personas siendo solo una. El autor aprovecha unos personajes, una trama
y subtramas para lanzarle preguntas al lector. Y sí, es preferible que la
literatura cuestione mucho y mate a pensar, que no hiera ni llegue a nada. Tiene de Hamlet
y de otros. Hay enredos para meditar. Le aplaudo su defensa a la pereza y a la holgazanería que exhibe con el
personaje principal: Vilnius. Ya está bien el amor incondicional al trabajo y a
accionar sin cesar. Aire de crítico, porque tiene más de un tono que ironiza lo
que ya está leído. Él mismo, en esta historia, es su comentarista. El
Vila-Matas de los críticos no se presta a ser descubierto, por la pedantería y
porque a él mismo lo describen así, pero yo, señoras, recomiendo que vuelen con
este Dylan.
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