domingo, 24 de octubre de 2010

Capitana general de los gordos.

Cuando era pequeña, pon que tendría unos 12 años, pesaba unos 20 kilos más que ahora. Es decir, me tumbaba en la cama para que la 48 me entrara. Una vez enfundados los pantalones, saltaba y saltaba hasta que llegaba a encajar mis lorzas en un espacio (que para mí) era reducidísimo. Estuve comprando ropa en la Kanak durante mucho tiempo, por aquellos días Rosa de España comía lo mismo que yo, y ambas más “de pata negra” que Melody teníamos serios problemas pa comprar ropa. A ella, por su cara bonita, le regalaban las prendas de la marca, y orondas como yo, nos dejábamos los leuros en la tienda de los cojones.

La ropa de gorda, es una mierda. Es una especie de moda para mujeres que van al Bingo y al Imperator los fines de semana, y que se pintan los morros saltándose cualquier tipo de línea que le vengan en los labios. Era una niña recién metidita en la edad del canasto, con ropajes anchos de folclórica al estilo Masiel. Un panorama.

Estuve durante muchos años yendo a la psicóloga porque era gorda. Acomplejada no estaba, la verdad, pero a mi santa madre se le metió en la cabeza que me iría bien sesiones de subnormal explicándome que los gordos somos peña normal. Yo iba ilusionada, porque esos días la mami mía me invitaba a desayunar. Mente de gorda, visiones de comida. No tiene más. La psicóloga me mando a unos grupos, con muchos gordos en conjunto, para que entre nosotros nos cagásemos en la sociedad delgada de la televisión y moda. La terapia de Sánchez Arévalo era algo parecida. Me enamoré de un gordo. Y los dos puestos a dieta por los endocrinos de la Vall d'Hebron quedábamos para comer helados, hartarnos de donuts y de paso darnos un par de besos. Lo de los besos era lo de menos. Yo encontré un chico que comía más que yo y eso me hacía sentirme sexy y delgada.

Acabé hasta los cojones. Qué leches me van a decir a mí, cuatro delgados licenciados en Freud de la ansiedad, los complejos y la antisalud. Corría de casa al bus ( al lado está) y era Camacho. Un gordo es consciente de que es gordo. Dejé las absurdas sesiones. Dejé a mi compañero de grasas sentimental, y vaya fue lo mejor que hice.

Un fin de año mi padre me dijo: “ si adelgazas 20 kilos te llevo al Botafumeiro” y yo, como buena gorda, durante un año me lo tomé en serio. Y todo, por una apuesta de comida. Se me metió en la cabeza el restaurante toca cojones de pijos que dejan el coche en medio de Mayor de Gracia porque ellos lo valen.

Es decir, yo adelgacé porque quería comer.

Mira tú que simple.

5 comentarios:

  1. Eres la polla. La de Rocco Sifredi si quieres. O sea que larga aparte de gorda ( ¬¬ visto el post), ¡más que el hambre!
    Me ha encantado hermana. Juegas con las palabras que no veas. Ole tú vaya.
    ¡Un beso! ¡Otro más para la colección! :)

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  2. Lo mismo vale para tí que para el Toni: si no existiérais habría que inventaros. Seguiré tu blog Rocío. Un beso!

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  3. Recuerdo ese personaje de Manolito Gafotas, "Jessica la ex-gorda".

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  4. Yo como gorda sin fronteras (ya lo sabes tu bién xD) me he sentido identificada, casi compartimos terapia y nos hubiesemos conocido antes en el mundo gordo...

    Eso sí, el niño pokemon y yo en mi infancia eramos los niños más dificiles de secuestrar... te lo digo yo que lo he vivido jajajaja

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  5. Noe, acabo de ver tu comentario. jajajajajajajajaja
    el niño pokemon es una risa. larga vida a él y su hermana!

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