lunes, 25 de octubre de 2010

La monja de Dios.




















Mi compañero de piso (recuerden “la casita del perro” por medidas del habitáculo) se fue unos días a sus estimados Camps de Tarragona. Aquí me quedé yo hecha la valiente sin miedo a los fantasmas y poniendo sillas detrás de la puerta. Por si el chulo se equivocaba de piso.

Y empiezo a relatar,

Suena el despertador a las 9, me levanto. Tengo prisa he quedado en media hora. Enchufo la cafetera que en estado de emergencia mi madre me envía desde Barcelona (empeñada la mujer que en Madrid la gente no bebe café, digo yo). El culo del instrumento más pequeño que los fogones convencionales de llama y arder. Así que me adentro en el mundo del fogón eléctrico. Lo enchufo. Pongo la cafetera. Sale el café. “Apago” el fogón eléctrico, bebo café, me ducho, hago la cama. Y justo cuando me voy a ir, noto yo un cierto olor a quemado. Doy un paso (recuerden medidas hogareñas) y veo que en la cocinita de PinyPon el fogón eléctrico y cafetera están achicharrados. Pongo la mano, arde. Quemadura pal body. “Me cago en dios, no lo he apagado bien” y vamos a ver, no es que en Madrid me haya vuelto subnormal, es que el botón tiene y tenía los números borrados. Vale. Media cocina ardiendo y yo sin saber dónde mierda se apagaba el asunto. Llamo a mi compañero de piso, se ríe. “tío, yo no me puedo ir, que no sé si esto está apagado y le meto fuego en un plis a la casa y a Narváez entera”. Mi compi se empieza a preocupar. Doy más. Doy menos. Derecha dos puntos. Izquierda dos puntos. El fogón ardiendo. Cero, que a parte de no llegar (donde tenía que ir) calenté unas treinta ollas de agua probando probando si se apagaba el tema.

Llamo al portero a las 10 y algo. Cierro la puerta del cuarto de él (el día anterior habíamos robado un carro del super que nos estábamos planteando no devolver para secar la ropa en invierno) cierro la puerta de mi cuarto. Viene el portero. “Uy, yo esto no se apagarlo” corta la luz (supongo que relacionó eléctrico con luz general del piso). Da la luz, me repasa tres o cuatro veces “entonces tu compañero no es tu novio, no?”. Mi histeria sube sube hasta las nubes. Ponemos de nuevo el botón en lo que creíamos que es “cero” y dos minutos después sigue ardiendo. El colega se va, dice que llame al casero. “al casero????? dudo yo que el Gonci sepa que dos más dos son cuatro”.

Las 11 y media. Botón pa arriba, botón pa abajo. Y eso no se apaga. Cunde mi pánico. Quiero esconderme debajo de la mesa o llorar en el regazo de la madre que me parió y me envío la cafetera. Pico a la vecina puerta con puerta. Mujer de unos 80 años viuda. Le expongo toda mi problemática con el fin del calor del fogón. Me invita a entrar en su piso. Me enseña las cortinas, el punto de cruz y su fogón. “señora, no es que no sepa que el 0 es apagado, es que en mi botón el puto número no está”. La anciana entra a mi piso. Cotillea el piso. Pregunta por todo lo que tenemos y lo que no en el piso. “este chico tan guapo quién es?”, “qué hacen estos chinos aquí?”, “estos dos amigos tuyos son maricones, no?” señora, que como me toree le explico que abajo viven putas y verá como no duerme en un mes. Amelia (el nombre venía de serie) tras su análisis global de los cambios decorativos que habíamos hecho, tras sus conclusiones del tipo “estos dos no están juntos”, entra a la cocina y me toquetea el botón del fogón. “ vamos a probar número por número a ver cual es”.

Miro al pasillo y veo una monja. Con sus ropas de monja, sus cruces de monja y su voz de monja. La vieja Amelia le explica que soy inútil y nueva en la comunidad, que me está ayudando con el fogón. Sor Ángela de la Cruz vive arriba. La monja con todo su culto abre la puerta del cuarto de mi compi. Abre la puerta de mi cuarto. Se sienta en el sofá. Hola??????????????????????? hace tres horas que estoy quemando la casa y hay una monja sentada en mi sofá? La monja me llama, me pregunta que porqué hay chinos en la pared. La monja me pregunta porqué hay un sujetador en la silla. La monja me pregunta si puede bendecir la casa. Yo hasta los cojones del fogón, la vieja (llevaba una hora en casa ya) y los nervios, le digo que sí. Que haga lo que quiera. Que lo que menos me importa ahora es su Dios. La monja con sus cosas de monja con voz de monja cuarto por cuarto bendice a casa.

Me fumo un cigarro, pero me gustaría pincharme caballo. Echo a la monja, echo a Amelia. Y pongo la última olla con agua. 10 minutos después el agua está más fría que cuando la puse encima del fogón. Las bendiciones de la monja dejaron un ambiente anticaliente.

Total, que en eso estamos cuando llama mi madre y me pregunta si he comprado café molío o por molir. Que reviente el mundo que esto es una puta película de Alfredo Landa.

2 comentarios:

  1. Ay dios,
    Lo bueno es que no hay mal que por bien no venga y ahora ya tienes la casa "limpia", bendecida quería decir...

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  2. cada vez que lo leo me descojono más xDDDD

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