sábado, 17 de septiembre de 2011

Por

Riera era arquitecto de sueños y obrero dibujante de las noches en
vela. Tenía tiempo para vivir de oído, pero nunca encontraba el
momento para experimentar en primera persona. Más bien un
caminante en el sendero del deseo, pero pocas veces de cumplirlo.
En todos sus bocetos alguno de los cuentos que imaginaba cuando el
sol caduca, se presenciaba para darle a la obra un toque único sin
igual. Un arquitecto poco entendido, porque la gente hace tiempo
que dejó de creer en la literatura apelando al miedo a que
quimeras se cumplan.

Riera dormía y en su cabeza aparecía desde hace tiempo una fémina
de grandes carnes y ojos profundos. Tenía dos colas que le
ayudaban a nadar y a matar sin mucha preocupación. Nadaba por
lagos de agua y bestias, mataba el miedo de los hombres y a sus
monstruos personales. No era una sirena porque era una reina que
no se peina, y sirenas son las que esperan príncipes a la salida
de los lagos. Gala era quizá una diosa ballena de un olimpo
repudiado. Se acercó Riera una noche al agua y habló con ella. Los
ojos de ella escuchaban atentamente los pánicos de los ojos de él.
Y ella, limpió sus colas y le abrazo en ayuda.

Batalló Gala con el primer miedo. La bestia Tortuga de hablar
sobre si mismo y sus sentimientos. Gala agarró con una cola la
cabeza y agujereó su caparazón hasta picar y minar su corazón. Con
su otra cola hizo un barco para que Riera le acompañase al
universo infinito de expresarse. Es necesario, como sentir el agua
al nadar, amar al verbo y desnudar la mente con quien se lo
merezca.

Riera se acordó del Tritón de siempre. El miedo a sentir. Un
Tritón de bigotes afilados y cuerpo ganso de comer muchos ensayos
de los hombres. El Tritón desconfiado y cobarde, el que colapsa
dejarse llevar por ríos con corriente. Una bestia que inunda la
mente del arquitecto borrando sus emociones, condenando sus
experiencias del amor a huidas y bloqueos. Gala valiente necesitó
las dos colas y todo su peso para matar al Tritón. Acabó con él
ahogándole en versos y golpeándole con imágenes perdidas del tren
del pasado. Vivir consiste en una sucesión de errores
sentimentales a los que no hay que tenerles miedo, sino ganas de
cometerlos, para seguir viviendo.

El monstruo más carnal, la Langosta de la distancia. Riera sentía
besar pero no sabía hacerlo. Mediaba distancias cuando quería que
se acortaran. Tocaba poco por pánico a no saber. El crustáceo era
rojo color amor, pero ¿qué es amor sin caricias y pequeños gestos?
Es por eso que Gala acribilló al animal en canal quitándole la
cabeza. Gala llevó a Riera a hombros a una piedra del lago , le
lamió con pasión y dejó que el arquitecto poco a poco asimilase la
muerte de este miedo.

Y el Pez más peligroso, el rey sin trono de la lágrima y la
despedida. Ese cosquilleo que entra en mente cuando del futuro se
trata y habla. Miedo a qué pasará. Miedo al miedo. Miedo a no
tenerlo y pecar. Un reptil peligroso que ata las manos de amados y
bloquea el entendimiento. Que da valor y fuerza a los tres
monstruos muertos ya. Él creyó que ella moriría en esta batalla,
pero Gala de ojos profundos, enseñó al Pez a hablar en presente y
postergar el mañana a un “ya se verá”. Una cola estranguló a la
bestia y la otra acariciaba las manos del hombre que la creó.

El arquitecto asombrado le regaló a la fémina una sonrisa que
desnuda y sentencia. Y fue, justamente ahí, cuando Gala se dió
cuenta que deseaba despertares en bocetos, planos y
construcciones. Que los lagos de los miedos pueden ser custodiados
por cuatro leones y ella, dedicarse a lo que nunca hizo. Vivir con
alguien que está aprendiendo a hacerlo.
Es por eso, que una vez despierto, Riera diseñó la fémina y los
leones que dejaron que cuentos se contasen, de miedos y batallas,
de lagos sin sus féminas.
Abril 2011

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