jueves, 5 de agosto de 2010

Swift en vena.

Cuando te cambias de país, por poco tiempo que sea, se abren las puertas de la inquietud. Y la inquietud en cada persona baila palos diferentes. Algunos consideran que el viaje únicamente es pepi para catar mercado internacional (primos y necesitados), otros pretenden simultanear el ocio del pendoneo, con el encuentro de la novedad en un plano mas artístico o cultural. Y de hecho, como te arrimes en demasia a las tradiciones del país, corres el riesgo de enamorarte. La profundidad de lo que vives es proporcional a lo que te cuesta volver al Carmelo. Decir adiós a un mes es un tanto picado.

El avión, sirve para desear ser algo mas el niño de Up! y con un manojo de globos “volarte” el Mundo Mundial (que diría Manolito Gafotas) y un poco mas de espíritu antirutina se apodera de tus adentros. Entran ganas de que Swift haga Gulliver’s Travels pero contigo de prota.

Cuando estas lejos de tu cama, te das cuenta de que tu casa puede estar en cualquier lado. Que la tierra no te ata. Que quizás, es necesario (des)localizarte por un tiempo. Desaparecer como truco final de Copperfield. Nos quedamos donde nacimos porque es fácil y lo queremos bien masticaito. Y perdemos lugares nuevos con fuego, para sacar propias castañas.





















No hay comentarios:

Publicar un comentario