jueves, 9 de diciembre de 2010

Tu príncipe, de Daddy Yankee.



En una de esas veces que un mayor le explica a un mocoso un cuento para entretenerle la mente de macabras jugarretas tipo meterse en el horno, colgarse de la lámpara a modo de columpio, o morder a un perro, en una de esas, me explicaron a mí el cuento de la Princesa y el guisante. Cuando era peque el rosa y la sangre azul me importaban más que ahora. Simplemente ahora pienso en lila y en no ver sangre porque voy al suelo. Pero cuando era cándida y aún no me cortaba el flequillo en free style, me creía el cuento.
Se ve, que una reina hizo un casting para buscar compañera de cama a su hijo. La mujer empeñadísima en encontrar a una mujerzuela tipo Sara Montiel pero menos puta y más princesa, les hizo una prueba semanal a lo Gran Hermano para ir descartando candidatas. Como las entrevistas no existen en los cuentos, y los libros de familia menos, la reina les enchufó a cada pija trepa (“pija” porque ya me dirás que persona habitual de Marina o Malasaña accedería a casarse con un Felipito) en una cama con veinte colchones. La graciosa que durmiendo se diera cuenta que debajo de tanto látex había un guisantito era la que se llevaba el premio gordo de Doña Manolita. Supuestamente si eres apta para un príncipe los guisantes los notas antes de hervirlos.
Explico esto, porque últimamente el tema príncipe y el tema guisante son mi orden del día. Desde que ando con la dura autonomía culinaria (soy de las que prefiere que me cocinen y yo ya fregaré los platos) zampo guisantes día sí, día también. Casi en relación proporcional al arroz a la cubana sin plátano friti que se hace mi compañero. Los guisantes asquerosos son el toque verde que entra en esta casa. Y lo que ha entrado y cuesta sacar es fantasear con el príncipe.
No soy yo muy romántica de nobles y reyes que digamos, con lo que “el compañero de la patrona” es más un barriero de calle y porro que un uñas limpias de no pegar palo al agua. Tan de calle es, que allí le conocí y allí le he dejado de conocer. Me dado cuenta, en el transcurso de una canción de Prince, que si yo hubiese sido una candidata a la cama de mi “príncipe canalla” no hubiese notado yo guisante alguno. Con lo que Daddy Yankee, puede seguir con su Hit parade y yo cambiar guisantes por judías.

Con lo que, se acabó el puto príncipe y los putos guisantes.

1 comentario:

  1. Por cierto, sabes que esa foto que has colgado se hizo en el mismo sitio donde se hizo mi corto?
    Esto está en Barcelona, en una casa de Urquinaona...
    http://es.wikipedia.org/wiki/Casa_Bur%C3%A9s

    Yo una vez a los 13 o 14 años, una época de mi vida de la cual recuerdo poco, y menos mal, me cortaron el flequillo recto, a lo Beatle, claro que a mí no me quedaba tan bien... parecía más bien Spock, el clásico, el Nimoy, más me hubiera gustado parecerme a Zachary Quinto...
    En fin, que el mundo es muy injusto...

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