lunes, 13 de junio de 2011

El Salvador

Donde ahora yergue este motivo para no cerrar la boca durante dos horas, atrapados por la sorpresa precisamente, fue donde en 1881 mataron al Zar Alejandro II. Es por eso que esta iglesia lleva por nombre “El Salvador sobre la sangre derramada”. Estás en la Calle Nevsky, centro neurálgico de compras y restaurantes, que prácticamente es París, Londres o Madrid, con la única diferencia de los trolebuses y la gente parando taxis ilegales (muy común en Rusia) y de repente, te encuentras con el Canal Gribaedova y esta locura arquitectónica que le da sentido a tu viaje y al frío que te cala las trece capas de ropa que llevas encima. Alejandro III mandó edificarla a la memoria de su padre dos años más tarde, para finalizar la construcción cuando Nicolas II ya era el poderoso Zar que todos conocemos. Impresiona ver el día triste y el sol tímido en una ciudad muy gris, con el contraste cromático de lo que parecen ChupaChups. Lo que no tiene desperdicio y me dejó totalmente fuera de razón fue el interior. Absolutamente todo, techos, suelos, paredes, ventanas está decorado con azulejos pequeños. Muy muy pequeños. Tan bien hecho está que los mosaicos parecen pinturas.

Me hizo risa porque le pregunté a un ruso en inglés que qué pasó con la iglesia en época soviética (teniendo en cuenta que la catedral de San Petersburgo se transformó en “Museo antireligioso”). El ruso me explicó que durante muchísimos años La Sangre Derramada fue un almacén de patatas. Un almacén de patatas. Más locura que la creatividad de la construcción. Qué ruso todo.
















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